El año pasado cuando hacíamos maletas en Tenerife con rumbo a la Costa del Sol, ni por un segundo me hubiera imaginado que un año después estaría de vuelta por estos lados.
Y aquí estamos, no en Tenerife sino en Lanzarote, donde el viento fresco siempre está soplando.
Salimos de Málaga a finales de agosto y con unos buenos grados encima. A pesar de que abordamos el avión en la madrugada, el clima estaba bastante agradable. Pero cuando llegamos a Lanzarote, lo primero que sentí apenas asomarme a la puerta del avión para bajar las gradas fue un viento gélido que casi me paraliza (exagerando un poco) “oh no! Dónde hemos venido a parar!” fue mi pensamiento inmediato. Hacía un frío como los que no sentía hace meses y a mi el frío me corre.
Cuando llegamos a nuestro alojamiento en Puerto del Carmen, eran las 8 de la mañana. No nos permitieron entrar, porque la hora de entrada es al medio día. Teníamos 4 maletas y 5 bolsas de mano y nos aparcamos en la puerta del alojamiento esperando a que se hiciera el medio día. Menos mal que la recepcionista se apiadó de nosotros y nos bajó la hora límite a las 10 de la mañana, así que nuestras horas de espera rebajaron de 4 a 2.
Los chicos se estaban poniendo muy fastidiosos (con lo cansados que estábamos nosotros), entonces decidimos que yo me iría a explorar la isla por una hora con Jan Thomas, la segunda hora Jan exploraría con Sebastian.
Ya en plena expedición, mi primera impresión fue “oh oh, pueblo fantasma!”. No había ni un alma por las calles, intenté consolarme (y también a Jan Thomas) diciendo que “esta es una isla de turismo, y qué turista va a querer madrugar a las 8 de la mañana, supongo que los negocios tampoco van a abrir a esta hora, además, oficialmente todavía es verano, así que los lanzaroteños también deben estar de vacaciones”
Caminamos por la avenida de Las Playas, la principal en Puerto del Carmen. Está llena de restaurantes. Está el paseo marítimo a su lado. Hay un carril de bicis por casi todo lo largo de ella. Algunos ciclistas y corredores nos pasaron. Buscábamos la oficina de información turística. Caminamos como media hora y por fin dimos con ella. Estaba cerrada! Abren a las 10:30 y cierran a las 17:30!
Paseo marítimo en la avenida de Las Playas
Ni modo, tuvimos que dar media vuelta. Pero nos quedaban sólo 15 minutos para que sean las 9. A partir de las 9 Jan se iría a explorar con Sebastian. Poco tiempo, no lo conseguiríamos. No llegamos a correr, pero apresuramos el paso lo más que pudimos.
Nos quedamos perplejos cuando llegamos al principio de la avenida de Las Playas ¿Cuál era el camino por el que habíamos venido? ¿Éste, ése o aquel? ¿Jan Thomas, podés ver alguna señal que te recuerde la calle por la que llegamos a esta avenida? Los 15 minutos que nos quedaban ya se habían terminado.
Recuerdo esas banderas en ese hotel, dijo él. Bueno, vamos por allí entonces. Caminamos unas cuadras. Recuerdo estas casas, dije. Pero todas las casas se parecían. Todas eran blancas y de un solo piso. De modelo similar. No era por aquí.
Ha sí, recuerdo aquella casa por su jardín! Recuerdo que dije que me gustaría vivir en una de estas casas! Exclamé.
¿Dónde están las piedras que deberíamos haber dejado en el camino y que nos servirían como señales para regresar? Las olvidamos. Deberíamos haber marcado más con nuestra vista. Por lo menos recordaba el nombre del alojamiento. Magec. Sabía que estaba en la calle Hierro. Por cierto, aquí a los alojamientos se les llama pensión.
Por fin llegamos. Eran las 9:30. Jan y Sebastian estaban felíces en la habitación. Les habían permitido entrar mucho más temprano de lo acordado y tenían conexión a internet. Ya se habían duchado y ahora tenían una cama donde descansar!
Pequeña playa (de piedra) en el varadero de Puerto del Carmen
¡Y así comenzó nuestra aventura en Lanzarote!